Cada 4 de noviembre la Iglesia celebra a San Carlos Borromeo, santo patrono de San Juan Pablo II.
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San Carlos Borromeo nació en Italia en 1538 en el seno de una familia noble. Su tío fue el Papa Pío IV quien lo hizo ocupar altos cargos eclesiásticos, llegando a ser Arzobispo de Milán y Cardenal. Participó en la organización y desarrollo del Concilio de Trento, haciendo una importante contribución desde la secretaría de Estado.
Como funcionario de estado, se preocupó mucho por la formación de los sacerdotes. Destituyó a muchos presbíteros indignos y los reemplazó por personas que cumplían con las condiciones de honorabilidad y fidelidad a la Iglesia.
Durante la peste que se propagó en Milán, San Carlos se puso al cuidado de los enfermos. Fue el organizador del clero y las órdenes religiosas que salieron al encuentro, en medio de la dificultad, de todos los que estaban enfermos y necesitaban asistencia médica y espiritual. Borromeo atendió personalmente a cientos de moribundos, y fue gestor de la ayuda económica a ellos y sus familias.
San Carlos fue amigo de mucha gente de bien y servidores de la Iglesia, algunos de ellos santos, como es el caso de San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Pío V, San Félix de Cantalicio, San Andrés Avelino entre otros más.
Falleció el 4 de noviembre de 1584, apartado del servicio humilde y dedicado a la oración y el silencio.
Además, San Juan Pablo II resaltó, durante su pontificado, ciertos detalles o similitudes que lo unieron a San Carlos Borromeo, “he aquí el papel que San Carlos realiza en mi vida y en la vida de todos los que llevan su nombre”, destacó.
El primero de ellos era el el nombre “Karol” (Wojtila) es “Carlos”, nombre con el que San Juan Pablo II fue bautizado. Por eso el Papa Peregrino lo consideró su patrono y protector.
San Carlos Borromeo participó en el Concilio de Trento y San Juan Pablo II en el Concilio Vaticano II. Al igual que su patrono, el Papa fue un gran difusor de las enseñanzas del Concilio.
A ambos los unió el amor a los pobres y enfermos. Así como recordamos a Juan Pablo II visitando a los más necesitados, Borromeo asistió personalmente a muchos enfermos por la peste.
Finalmente, es posible afirmar que tanto San Carlos Borromeo como San Juan Pablo II fueron personajes queridos de manera entrañable. Milán estuvo en vela la noche de la agonía de Borromeo, de la misma manera como el mundo estuvo en oración durante las últimas horas de vida de Juan Pablo II.