Brasil se enfrenta a un desastre ecológico «inédito», como ha admitido el propio Gobierno, y está ahora con los ojos puestos en el archipiélago de Abrolhos, considerada la mayor cuna de ballenas jorobadas del Atlántico Sur y a donde han llegado vestigios de petróleo derramado.
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Este martes, voluntarios y equipos locales de la Defensa Civil, el Cuerpo de Bomberos y organismos municipales de limpieza, acompañados por fiscales ambientales y técnicos de la petrolera estatal Petrobras, continuaban con su ardua labor diaria por las 321 playas de 125 ciudades del litoral nordeste manchadas por el crudo.
«TodavÃa tenemos pequeñas partÃculas llegando a las playas. Las bases de apoyo siguen montadas y buzos están haciendo la limpieza de los corales. Las playas están más limpias, pero seguimos preocupados con los arrecifes», dijo Sergio Belo, coordinador del Comité Popular de Monitorización en el estado de Pernambuco.
El derrame de crudo en altamar llegó a playas paradisÃacas del nordeste, como Carneiros (Pernambuco), Maragogà (Alagoas), Morro de Sao Paulo (BahÃa) y Lençois (Maranhao), entre muchas otras que sintieron el impacto en el turismo y en sus ecosistemas.
Especialistas ya habÃan advertido, desde el comienzo del derrame, de los riesgos para la fauna y flora de los océanos, principalmente del manatà marino, el mamÃfero más amenazado de extinción en Brasil y que tiene su hábitat justo en la zona impactada por el petróleo.
Hasta el último fin de semana, el estatal Instituto Brasileño del Medio Ambiente y los Recursos Naturales Renovables (Ibama, regulador) habÃa reportado 112 animales con vestigios de petróleo, de los cuales 29 fueron rescatados con vida y 83 murieron, en su mayorÃa tortugas marinas.
El último sábado, las autoridades encontraron en el archipiélago de Abrolhos pequeños fragmentos de crudo que fueron retirados de Santa Bárbara, una de las cinco islas que conforman el santuario ecológico situado en el estado de BahÃa, que al igual que Sergipe se declaró en situación de «emergencia» en octubre.
Desde que las manchas comenzaron a verse a finales de agosto, las administraciones municipales y los nueve gobernadores de los estados de la región han pedido acciones concretas del Gobierno federal, que solo hasta el lunes, más de dos meses después, movilizó navÃos de la Marina para altamar.
Los pescadores, marisqueros y pequeños comerciantes reclaman también por la ayuda prometida por el Gobierno federal para subsidiar sus actividades, que se han visto afectadas por la reducción casi por la mitad del turismo y en mayor proporción del consumo de peces y frutos del mar de la región.
La ambientalista Marina Silva, quien estuvo de visita en Pernambuco, aseveró que el Gobierno del presidente brasileño Jair Bolsonaro es «incompetente y arrogante» y recordó que en agosto y septiembre, ante los incendios de la AmazonÃa, su reacción fue tardÃa y demuestra su falta de compromiso con el medio ambiente.
Estudios de laboratorio de Petrobras determinaron que el crudo encontrado en las playas brasileñas fue extraÃdo de tres pozos especÃficos de Venezuela, pero el origen del vaciamiento y la cantidad de petróleo derramado sigue siendo una incertidumbre.
«Es una situación inédita. Ese desastre nunca habÃa ocurrido en Brasil ni en el mundo», afirmó la vÃspera el ministro brasileño de Defensa, Fernando Azevedo e Silva, quien admitió que el desplazamiento del crudo en las profundidades del océano no es detectado por «radares ni por satélites».
El principal sospechoso del derramamiento es un buque de bandera griega, de propiedad de la empresa Delta Tankers, que partió de Venezuela el 15 de julio cargado de petróleo y rumbo a Singapur.
Tampoco se tienen estudios más precisos sobre la contaminación de las aguas para bañistas y de los riesgos para el consumo humanos de peces y mariscos.
Bolsonaro, por su parte, dijo el domingo en una entrevista la TV Record que la situación es una catástrofe «criminal» y advirtió de que «lo peor está por venir», pero sin precisar mayores detalles.