El Papa Francisco pidió que la Iglesia se ponga al servicio de las vocaciones “abriendo brechas en el corazón de los fieles, para que cada uno pueda descubrir con gratitud la llamada de Dios en su vida, encontrar la valentía de decirle ‘sí’”.
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Así lo señaló en su mensaje para la 57 Jornada Mundial de Oración para las Vocaciones que se celebrará el próximo 3 de mayo con el tema “Las palabras de las vocaciones”, que se distribuyó este martes 24 de marzo.
El Papa hace referencia en su mensaje a las cuatro palabras clave que, con motivo del 160 aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, el pasado 4 de agosto, empleó para expresar el agradecimiento del Pueblo de Dios a los sacerdotes.
Esas palabras son “dolor, gratitud, ánimo y alabanza”. El Pontífice decidió retomar esas cuatro palabras para explicarlas al pueblo cristiano.
A partir del pasaje evangélico de la tempestad en el lago de Tiberíades, el Pontífice reflexionó sobre la primera palabra de la vocación: gratitud. “Navegar en la dirección correcta no es una tarea confiada sólo a nuestros propios esfuerzos, ni depende solamente de las rutas que nosotros escojamos”.
“Nuestra realización personal y nuestros proyectos de vida no son el resultado matemático de lo que decidimos dentro de un ‘yo’ aislado; al contrario, son ante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto”.
“Es el Señor quien nos concede en primer lugar la valentía para subirnos a la barca y nos indica la orilla hacia la que debemos dirigirnos. Es Él quien, cuando nos llama, se convierte también en nuestro timonel para acompañarnos, mostrarnos la dirección, impedir que nos quedemos varados en los escollos de la indecisión y hacernos capaces de caminar incluso sobre las aguas agitadas”.
La vocación, subrayó el Papa Francisco “llegaremos a descubrirla y a abrazarla cuando nuestro corazón se abra a la gratitud y sepa acoger el paso de Dios en nuestra vida”.
La segunda palabra es ánimo. “Cuando los discípulos vieron que Jesús se acercaba caminando sobre las aguas, pensaron que se trataba de un fantasma y tuvieron miedo. Pero enseguida Jesús los tranquilizó con una palabra que siempre debe acompañar nuestra vida y nuestro camino vocacional: ‘¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!’”.
“El Señor sabe que una opción fundamental de vida –como la de casarse o consagrarse de manera especial a su servicio– requiere valentía. Él conoce las preguntas, las dudas y las dificultades que agitan la barca de nuestro corazón, y por eso nos asegura: ‘No tengas miedo, ¡yo estoy contigo!’”.
Sobre la tercera palabra, dolor, el Papa la reinterpretó como “fatiga”. Afirmó que “toda vocación implica un compromiso”. “Pero nosotros somos como el Apóstol: tenemos deseo y empuje, aunque, al mismo tiempo, estamos marcados por debilidades y temores”.
“A pesar de nuestras fragilidades y carencias, la fe nos permite caminar al encuentro del Señor resucitado y también vencer las tempestades. En efecto, Él nos tiende la mano cuando el cansancio o el miedo amenazan con hundirnos, y nos da el impulso necesario para vivir nuestra vocación con alegría y entusiasmo”.
La acción de Jesús en la vida de las personas queda descrita en ese fragmento evangélico sobre la tempestad en el lago de Tiberíades. “Finalmente, cuando Jesús subió a la barca, el viento cesó y las olas se calmaron”.
“Es una hermosa imagen de lo que el Señor obra en nuestra vida y en los tumultos de la historia, de manera especial cuando atravesamos la tempestad: Él ordena que los vientos contrarios cesen y que las fuerzas del mal, del miedo y de la resignación no tengan más poder sobre nosotros”, dijo el Santo Padre.
La última palabra empleada por el Papa para describir la población es “alabanza”. “Esta es la última palabra de la vocación, y quiere ser también una invitación a cultivar la actitud interior de la Bienaventurada Virgen María. Ella, agradecida por la mirada que Dios le dirigió, abandonó con fe sus miedos y su turbación, abrazó con valentía la llamada e hizo de su vida un eterno canto de alabanza al Señor”.