Mons. Damián Iguacen Borau falleció hoy 24 de noviembre a los 104 años de edad en Huesca (España). Desde hacía algunos años vivía en la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados Hogar Saturnino López Nova.
Sigue a Catedral Stereo en WhatsApp
Le puede interesar: Catedral de Sal de Zipaquirá renueva su certificación ISO 9001
Tras conocer el fallecimiento de Mons. Iguacén, el Obispo de Tenerife manifestó su profundo pésame y aseguró que fue “un gran pastor que vivió entre nosotros, como rezaba su lema episcopal, como el último de todo y el servidor de todos”.
Además, la Diócesis de Tenerife, en cada cumpleaños Mons. Iguacén aseguraba que era “una gracia de Dios que no sé cómo agradecérsela más que poniéndome enteramente a su servicio”.
Breve biografía
Nació en el pueblo aragonés de Fuencalderas, Zaragoza (España).
En 1941 fue ordenado sacerdote en la Diócesis de Huesca, un momento que calificó como “después de mi bautismo, considero que ha sido el día más grande de mi vida. Que el Señor se fije en uno para ser ministro de su Evangelio te confiere otra entidad. Es algo muy grande”.
Fue nombrado Obispo de Barbastro en 1970. Cuatro años después fue nombrado Obispo de Teruel y en 1984 Obispo de Tenerife, cargo que desempeñó hasta 1991, cuando presentó su renuncia por edad.
También, en diversas entrevistas Mons. Iguacén aseguraba que era “un gran optimista”.
“Gracias a Dios lo soy. El creyente, tiene que ser optimista. Tiene que ver lo bueno que hay y lo malo que hay convertido en bueno porque el mal no es una fatalidad, lo podemos eliminar con el bien.
También, el Señor nos quiere contentos, alegres, no bullagueros, sino con la alegría del gozo de vivir bien con Dios y con todo el mundo. Por eso la alegría es un signo cristiano”, precisaba.
La Diócesis de Tenerife destaco que “partió a la casa del Padre un pastor que ha dejado una honda huella tras su paso por estas canarias occidentales”.
Y recordaron unas palabras de Mons. Iguacén en las que aseguraba: “Nuestro tiempo es éste. El presente, porque el futuro tampoco está en nuestras manos. El plan de Dios quiere que aquí y ahora, seamos buenos y hagamos todo el bien que podamos. En vez de criticar el mal deberíamos ver qué podemos hacer nosotros para remediarlo. El Señor nos lo recuerda ‘mi corazón triunfará’”.