Hoy es la fiesta de Santa Laura Montoya, la primera santa colombiana

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“Destrúyeme Señor y sobre mis ruinas, levanta un monumento para tu Gloria”, Santa Madre Laura Montoya.

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El 21 de octubre la Iglesia Católica celebra a Santa Laura de Santa Catalina de Siena, quien se hizo servidora del Señor sirviendo a las poblaciones indígenas de su país natal, Colombia.

Su nombre fue Laura Montoya Upegui, conocida como la “Madre Laura”, y es la primera santa colombiana. Nació en Jericó, Antioquia (Colombia) en 1874, en el seno de una familia católica. Cuando tenía solo dos años, su padre fue asesinado durante la Guerra Civil Colombiana, dejándola en la orfandad y a su familia sumida en la pobreza.

En medio del dolor, Laura aprendió la importancia del perdón. Un día Laurita le preguntó a su madre quién era esa persona por la que siempre rezaban, y ella le respondió que se trataba del hombre que asesinó a su papá, aquella respuesta marco su vida para siempre.

Dada la precariedad económica de la familia, la madre de Laura se vio obligada a dejarla en un orfanato, bajo el cuidado de su tía, la Sierva de Dios, María de Jesús Upegui, fundadora de la Comunidad de Siervas del Santísimo y de la Caridad.

Años después, con la ayuda de su tía María de Jesús, Laura pudo estudiar para ser maestra, pensando en trabajar y ayudar económicamente a su familia. Además, en 1893 se graduó como maestra elemental de la Escuela Normal Superior de Medellín, siempre quiso hacer de su trabajo un apostolado y eso, le causó fricciones laborales y ser objeto de calumnias e incomprensiones.

A pesar de eso, Laura no se desanimó y decidió responder a una de las inquietudes que la había acompañado por años: evangelizar a los indígenas. En 1908 empezó a trabajar con los nativos que vivían entre San Pedro de Urabá y El Sarare.

Para 1912, el Papa San Pío X, publicó la encíclica “Lacrimabili statu Indorum” (Lamentable estado de los índios), en la que denuncia las condiciones inhumanas que padecen los indios de América del Sur, pidiendo a los obispos del continente que ayuden a aquellos grupos que están marginados de la civilización y la Iglesia.

La Madre Laura, en ese esfuerzo de ayuda y acompañamiento, alentó a muchísimos miembros de la Iglesia y del gobierno nacional a que contribuyeran a la integración de estas poblaciones, con respeto a su lengua y cultura.

Nada de ese esfuerzo hubiese dado fruto si la Madre Laura no hubiese puesto a Jesucristo como centro de su obra. Fue la sed de hacerlo conocer la que la movía y lo que facilitó que los indios acogiesen sus enseñanzas. De ahí la profundidad de sus palabras: “Dos sedientos, Jesús mío: Tú de almas y yo de saciar tu sed”.

Después de pasar los últimos nueve años de su vida postrada en una silla de ruedas, la Santa Madre Laura falleció el 21 de octubre de 1949, dejando una congregación en expansión, con 90 casas en tres países y 467 religiosas. Su legado es considerado como una contribución a la pastoral de los pueblos latinoamericanos.

Los restos de la Santa colombiana reposan en el Santuario de la Luz, ubicado en la ciudad de Medellín.

Por: Catedral Stereo
Fuente: aciprensa.com
Foto cortesía: aciprensa.com

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