El Papa Francisco confirmó el compromiso de la Iglesia Católica para proteger el medio ambiente.
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Así lo indicó el Santo Padre este 3 de septiembre al recibir en el Vaticano a una pequeña delegación de laicos franceses comprometidos en el ámbito de la ecología acompañados por el presidente de la Conferencia Episcopal de Francia, Mons. Éric de Moulins Beaufort.
En el discurso que entregó a los presentes, el Papa destacó que “somos parte de una sola familia humana, llamados a vivir en una casa común de la que juntos notamos, la inquietante degradación”.
El Santo Padre reconoció que “la crisis sanitaria que atraviesa actualmente la humanidad nos recuerda nuestra fragilidad” y nos permite entender “hasta qué punto estamos vinculados entre nosotros, colocados en un mundo cuya evolución compartimos, y que maltratarlo solo puede tener graves consecuencias, no solo ambientales, sino también sociales y humanas”.
Además, el Papa mostró su alegría porque “la conciencia de la urgencia de la situación se encuentra ahora en casi todas partes” y que el tema de la ecología “impregna cada vez más las formas de pensar en todos los niveles y comienza a influir en las opciones políticas y económicas”.
En esta línea, el Santo Padre subrayó que “las convicciones de fe ofrecen a los cristianos grandes motivaciones para la protección de la naturaleza, así como de los hermanos y hermanas más frágiles, porque estoy seguro de que la ciencia y la fe, que proponen diferentes enfoques de la realidad, pueden desarrollar un diálogo intenso y fecundo”.
Por ello, el Papa afirmó que “el cristiano solo puede respetar la obra que el Padre le ha encomendado, como un jardín para cultivar, proteger, hacer crecer según su potencial” y advirtió que “si el hombre tiene derecho de utilizar la naturaleza para sus propios fines, no puede en modo alguno considerarse su dueño o déspota, sino solo el administrador que será responsable de su gestión”.
Por último, el Santo Padre alentó a continuar con los esfuerzos “a favor de la protección del medio ambiente” y agregó que “si bien las condiciones del planeta pueden parecer catastróficas y ciertas situaciones incluso parecen irreversibles, los cristianos no perdemos la esperanza, porque tenemos la mirada puesta en Jesucristo. Él es Dios, el mismo Creador, que vino a visitar su creación y a habitar entre nosotros, a curarnos, a hacernos redescubrir la armonía que hemos perdido, la armonía con nuestros hermanos y hermanas y la armonía con la naturaleza. No nos abandona, no nos deja solos, porque está definitivamente unido a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos”.